Foto (Comunicaciones Memorial Paine):  En la quebrada Los Arrayanes, fundo Los Quillayes, comuna de Litueche, en las cercanías del lago Rapel, 24 paininos -en su mayoría campesinos- fueron fusilados en octubre de 1973. En 1978, por orden del dictador, se llevó a cabo la llamada “Operación Retiro de Televisores”, que consistió en hacer desaparecer los cuerpos de los que allí fueron ultimados. 

Sabrán las futuras generaciones que hubo un tiempo (largo y tortuoso) en que la desaparición forzada de personas marcó para siempre la historia de este país. Que así fue también para América Latina toda y los países pisoteados por el llamado “primer mundo”.

Y sabrán también que, aunque el sueño de un pueblo entero se quedó sin flores ni trigo, la primavera no se detuvo; que de ella germinó un grito incansable de justicia. Esa certeza que nos mueve, a pesar de estos 50 años de repudiable impunidad.

Y con base en dicha convicción es que seguimos brazos en alto, hechos de la memoria viva de nuestras y nuestros desaparecidos, para que la verdad -jurídica e histórica- continúe alzándose incuestionable.

La reflexión nace a partir del trabajo de los académicos Elizabeth Lira y Hugo Rojas “La Presencia de la Ausencia de las Desapariciones Forzadas”, en el que se nos brinda una minuciosa y detallada ‘radiografía” de lo que significó la desaparición forzada de personas a partir del golpe cívico-militar de 1973, y el recorrido institucional de la impunidad.

El artículo de Elizabeth Lira y Hugo Rojas, destacados académicos de la Universidad Alberto Hurtado, aborda con dedicación la complejidad que representa el tema de la desaparición forzada y sugiere con solidez la necesidad imperiosa de “combatir la impunidad biológica”.

Y viene al caso, muy especialmente, porque, a casi ya medio siglo, sigue siendo una tarea pendiente.

Basados en la detención y desaparición de Andrés Pereira Salsberg – uno de los 70 de Paine, cuyo aniversario de su natalicio compartimos la pasada semana en nuestra sección 50 años de Memorias-, Lira y Rojas hacen una significativa invitación a enfrentar esa verdad que tanto se ha negado, especialmente a las familias de las personas detenidas y desaparecidas.

Pero, por sobre todo y necesariamente, es también una téngase presente, una invitación urgente para quienes, por desconocimiento, desidia o negacionismo, hacen suyas actuaciones que no hacen más que mantener latente esa repudiable impunidad.

Descarga el artículo de los académicos Elizabeth Lira y Hugo Rojas:

 

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