Durante el mes de agosto de este año nos abocamos a la tarea de profundizar el trabajo de vinculación con las organizaciones vecinales de Paine, tarea que el Área de Educación de Memorial Paine ha venido desarrollando en el último tiempo, previo a la irrupción de la pandemia, siempre con el objetivo de promoción de los Derechos Humanos.

A pasos agigantados, y a través de distintas iniciativas, la vinculación con las y los pobladores de Paine ha ido tomando forma y ha dado frutos que hoy -podemos decir con satisfacción- resultan en un proceso de arraigo que le hace bien a la memoria, a la comuna y su gente.

Empeñados en este desafío, nos propusimos reconocer a los dirigentes y las dirigentas vecinales, y simbolizarlo en una pobladora que, a juzgar por su ímpetu, sintetiza con creces ese esfuerzo diario que cada dirigenta y dirigente vecinal realiza por darle vitalidad a las comunidades paininas.

Natalia es feliz

“Yo soy feliz”, responde de inmediato y entre risas, cuando le preguntamos si es casada. “Si estuviera sin mascarilla, me verías sonreír todo el rato”, dice a renglón seguido, animosa, y confiesa: “soy súper extrema en mis actividades. Yo lo que hago, siempre lo hago al cien por ciento; si no, para mi es no hacerlo”, remata.

Y es cierto eso de su energía. Con Natalia Miranda nos hemos dado cita en la esquina de 4 Norte con Buin. Previo a iniciar la entrevista se ve segura mientras dialoga con dos vecinas acerca de proyectos para mejorar la calidad de vida en los barrios, en los que los pobladores están empeñados.

Y así es que se mantiene cuando hablamos. Convencida de sus dichos, clara en sus ideas y retos futuros en su calidad de dirigenta vecinal de Villa La Portada, Natalia enumera ideas, sueños y proyectos, allí en esa intersección que dice que es “mi plaza”, a la hora en que el gentío recorre la feria de calle Buin.

Con 45 años de edad Natalia es presidenta de la junta de vecinos de Villa La Portada, y nos relata los desafíos que, al igual que otras organizaciones vecinales de Paine, enfrentan en la actualidad agobiadas por la pandemia y por ese “quiebre social” que a ella tanto preocupa y ocupa por estos días.

“Estoy trabajando en esto, porque el área social está muy quebrada en las poblaciones. A la gente ya se le olvida saludar, decir buenos días; se encuentran en la feria y ni siquiera se saludan. Eso me llega mucho”, confiesa.

“Vulgarmente, te digo, hemos bailado con la fea. Ha sido volver a juntar a los vecinos, a reencantar, a que creyeran en este proyecto de junta de vecinos. Porque una junta de vecinos no sólo es el nombre. Se trata de que nos volvamos a reconocer, nos involucremos, que integremos al que no está. Que si tenemos pensamientos distintos, de igual manera podemos llevar cosas a cabo y pueden salir cosas hermosas para todos”, sentencia.

Además de ser presidenta de la junta de vecinos de Villa La Portada, Natalia ocupa similar cargo en lo que se conoce como “Barrio Fundacional de Paine”, instancia que agrupa a Villa Los Lagos, La Portada, O’Higgins y Los Héroes. Juntos, los cuatro barrios se han mancomunado para impulsar un proyecto del Programa Quiero mi Barrio. “Vamos como bien, pero hay diferencias que tenemos que resolver”, indica.

Entre sus aspiraciones, en las que ya tiene ideas medianamente concebidas, Natalia no pasa por alto el tema migratorio. Consciente de la complejidad que significa, su posición es clara y de firme convicción.

“Estamos pensando en trabajar el tema con los migrantes. Creemos que eso puede enriquecer nuestra cultura. Lo mejor es sacarle provecho, que los niños aprendan su idioma, imagínate mezclas de religiones, creencias, sabores. Eso, creo, nos jugaría mucho a favor. En el caso de La Portada siempre hemos trabajado por integrar y que nadie se sienta fuera”, sentencia.

Un mensaje para Fabiola

Con una ceguera total que arrastra desde hace ocho años, Natalia asegura que jamás se ha sentido limitada y que, más aún, siempre se motiva a seguir.

“Para nada ha sido una limitante; para nada, nada. De hecho, hasta se me olvida de repente que soy ciega. Eso sí, todavía ando tomada del brazo con alguien. Alguna vez traté de ir a un colegio para ciegos, pero me pasó algo allí. No me gustó, pues me pregunté; ¿Por qué tengo que viajar a un colegio para ciegos si aquí en Paine podría haberlo?… ¡y no hay! Esa es mi otra lucha, la que va a venir después”, advierte.

Con ese mismo ímpetu que le caracteriza, Natalia se refiere a Fabiola Campillai, pobladora de San Bernardo que en diciembre de 2019 fue gravemente herida por la acción de un policía en medio de la revuelta de octubre, mientras se dirigía a su trabajo.

Lo hace cuando abordamos ese mundo de los ciegos que Natalia dice no habitar, porque “mi mejor psicóloga ha sido la vida”, consciente de las diferentes circunstancias que provocaron la condición de “no videncia” de ambas.

“Para mi todas son capacidades diferentes”, dice de entrada, y agrega: “Lo ocurrido con Fabiola si bien es un hecho represivo, una vulneración, pero si lo asocias a la realidad de este país, tenemos muchas en común con ella, pues lo que se vive en este país, es heavy. Porque en este país el hecho de que cojees, que te falte una oreja, la gente te discrimina solo con mirarte de la forma que lo hace”, señala.

“A mí me encantaría ir a hablar con ella, le diría:  Fabiola, escúchate a ti, porque muchos te dirán pa’ delante no más, y es súper fácil decirlo. Pero somos nosotros los que decidimos. Eso le diría, que no escuche; que se escuche solo ella y haga lo que decida”, sentencia.

Su próxima lucha

Natalia es de las que no se rinde. Dice que eso es lo que hay que contagiarle a la gente. Lo hace desde que dejó el hospital cuando aún su ceguera no era total. Con ese tesón que no disminuye, advierte de sus próximas batallas.

“Decidí un día, en el baño del (hospital) Barros Luco, Natalia vas a salir de aquí. Me dije: ¡cresta!, la que entró aquí no es la misma, a qué me voy a enfrentar…. Y me dije, ya Natalia, a seguir caminando…”, recalca.

“Para mi ser ciega, lo único que he dejado es leer. Jamás voy a asumir haber quedado con esa idea de pobrecita. He aprendido a vivir como yo quiero. Aquí están muy acostumbrados a que las personas con capacidades diferentes se limiten, no pueden pensar, no tienen voz. Entonces ¿por qué lloran cuando ven la Teletón?. No lloren por ese niño, lloren de emoción por lo que ha tirado para arriba, o sea…”, refuta.

“Más adelante emprenderé la lucha para que aquí en Paine exista un centro para personas con capacidades diferentes, porque se necesita un lugar donde todos hablemos el mismo idioma. Así como existen colegios para niños “normales” (recalca las comillas), también nosotros necesitamos donde yo pueda decir: amanecí con un dolor al hombro y nadie se moleste y diga: ya viene esta ciega con sus achaques. ¿Y qué?…si todos tenemos dolores…”, dice fuerte Natalia.