Durante un encuentro organizado por la Corporación Solidaria UTE-USACH, el coordinador de la cátedra de Derechos Humanos de la Universidad de Chile, Claudio Nash, analizó el actual momento político que vive el país en torno al proceso constituyente que se avecina… o que ya está en marcha.

Claro, crítico y sin ocultar su poco o casi nulo optimismo, Nash sostiene que se requiere ser cuidadosos, estar atentos y tener especial cautela frente al curso que va tomando el camino hacia la redacción de lo que se supone será una nueva Constitución Política de la República.

Lo dice, especialmente inquieto por cuanto -luego de todo lo que significó el estallido del 18 de octubre de 2019-, se ha pretendido instalar en el ambiente la idea de que la movilización popular no entra en esta parte de la historia, que no hay lugar a presiones, pues ello podría alterar el trabajo de los futuros constituyentes.

“Hay sectores que siempre confunden la idea de irrupción en los procesos constituyentes o democráticos con participación ciudadana, y hay esta idea de asociar siempre movilización con violencia. Lo que quieren hacer con eso, es capturar el proceso constituyente para que no haya una efectiva participación”, sostiene al desmenuzar las condiciones en que dicho proceso se ha venido desarrollando.

Allí, el profesor de la Facultad de Derecho de la casa de Bello pone el acento en las vulneraciones a los derechos humanos que han caracterizado el trajín sociopolítico chileno en los últimos 30 o 40 años y, especialmente, después del 18 de octubre de 2019. En esa dirección, cuestiona abiertamente la legitimidad del proceso en las actuales condiciones y destaca la importancia de la movilización.

“Parece que algunos sectores estiman que es perfectamente posible discutir una constitución en medio de un clima de graves violaciones  a los derechos humanos. Tenemos que ser muy cuidadosos de normalizar que una Constitución se discuta en estado de excepción, con toque de queda y represión permanente a las movilizaciones ciudadanas. Pierde legitimidad el proceso cuando no hay derecho a reunión, cuando la libertad de expresión está limitada, cuando la posibilidad de manifestarse se ha hecho prácticamente imposible en este país”, sentencia el académico.

Los Derechos Humanos en la “nueva” Constitución

Ante la interrogante respecto de qué significa y qué cabida tiene discutir sobre los Derechos Humanos en el documento constitutivo que se va escribir, el académico advierte del complejo debate que implicará establecer condiciones reales de protección y garantía de los derechos fundamentales en una nueva Carta Magna. Lo recalca, sobre la base de lo que son hoy los Derechos Humanos en la actual constitución del ’80, y que dan pie, justamente, a un escenario represivo como el que se vive.

“Hoy los derechos civiles y políticos están mal redactados, hay déficits. Los derechos económicos y sociales no están planteados como derechos, sino como libertades. Yo no tengo derecho a la salud, lo que tengo es la libertad de elegir el sistema de salud. Lo mismo pasa con previsión social, con la educación. Es decir, lo que me garantiza la actual constitución es la libertad para comprar el sistema de educación o de salud que me alcance. Y, en ese sentido, se disocian varios de estos derechos de los mecanismos de protección constitucional”, recuerda.

“Cuando hablamos de derechos humanos en la constitución, lo que debe quedar claro es que, nuestra idea normal de constitución y derechos humanos, es el catálogo. Y ahí, sí tenemos un desafío no menor, que es ampliar el catalogo”, precisa el académico.

En esa línea, el doctor en Derecho insiste en que discutir sobre Derechos Humanos en la Constitución, es abordar la protección de los mismos y, hoy, “tenemos un acción de protección que es muy limitada. Y, en ese sentido, vamos a tener un debate fuerte para mejorar la protección de derechos y ampliar el catálogo”, advierte.

“Hablar de derechos humanos en la Constitución tiene que ver con mecanismos de protección. Es decir, si solo tenemos derechos listados en un catálogo, es como una carta al viejo pascuero. Es decir, solo el solo catálogo de derechos, sin mecanismos para exigirlos, es una acción completamente descafeinada de derechos, lo que impide que luego, cuando las autoridades no toman las medidas necesarias para su plena garantía, no tengamos mecanismos para reclamarlos”, enfatiza.

Mecanismos reales, institucionales y efectivos, son los que se requieren, dice Nash: “una verdadera defensoría del pueblo, que no tenemos hoy, luego de 30 años de venir discutiendo. Tenemos un INDH, pero que cumple otro rol y que está bastante limitado y, además, capturado. Pero no tenemos una verdadera defensoría de las personas, del pueblo, y eso también esun mecanismo al cual debiéramos apuntar”.

“Lo que hemos vivido en Chile en el último tiempo es el mejor ejemplo del mal diseño. Es decir, hemos tenido un gobierno que ha violado, grave, masiva y sistemáticamente los derechos humanos, y los que detentan poder (el parlamento) no han tenido ni la capacidad ni la voluntad de tomar las medidas que debían haberse tomado, como la acusación constitucional del Presidente. Este país no ha podido, ni siquiera, enjuiciar políticamente al Intendente (Felipe Guevara), que ha desarrollado una política de tolerancia cero en materia de violación de derechos humanos en torno a la Plaza de la Dignidad”, sentencia Nash.

Los desafíos: pandemia y movilización

A la hora de abordar los retos que el proceso constituyente depara, el profesor Claudio Nash no oculta sus dudas respecto de si un resultado “ideal” esté garantizado. Lo dice, precisamente, a partir de la constatación del contexto represivo que vive el país y la desidia de algunos sectores hacia e valor de la presión social.

“Vamos a discutir una Constitución en un contexto de fuertes demandas ciudadanas, pero además en un contexto de desconfianza con las autoridades. Hay mucho en juego. Hay un proceso que es muy complejo para que sea satisfactorio en la forma como en el fondo, y hay buenos elementos para preocuparnos de que ese resultado que en algún minuto parecía garantizado, no lo está para nada”, advierte.

“Podemos terminar tan mal como partimos: con una mala constitución, pero esta vez, generada en un proceso democrático. Lo que sería una frustración que este pueblo no se merece, luego de todas las luchas de octubre en adelante y todas las que le precedieron en la historia de este país”, añade.

“Estamos hablando en un proceso constituyente que se va a dar en pandemia. La clave, entonces, está en un pueblo movilizado que fue el que generó el proceso constituyente. Un proceso de acompañamiento del debate, discutiendo los temas en la calle. Allí, las movilizaciones son cruciales. Sin un pueblo movilizado tras el proceso constituyente, esto va a terminar muy mal”, recalca el académico.